Donde nace el viento: el Montgó y las historias que guarda

04/11/2025

I. El guardián del horizonte

El Montgó se alza entre Dénia y Xàbia como una presencia que no pasa inadvertida. Su perfil, visible desde casi cualquier punto de la Marina Alta, se recorta contra el cielo con la forma de un animal dormido. Quienes lo miran desde la costa dicen que parece un león. Desde el interior, más bien un dragón que custodia el mar.

Pero para los vecinos no es sólo una montaña: es una brújula emocional. “Cuando el Montgó se cubre de nubes, sé que viene cambio de tiempo”, comenta Vicent, agricultor de Jesús Pobre. “Nos da sombra, agua y viento. Es parte de nosotros.

 

II. Entre diosas y navegantes

El Montgó ha sido frontera, templo y mito. Los íberos lo consideraban un monte sagrado y los romanos lo rebautizaron como Mons Calpe Dianium, vinculado al culto de Diana, la diosa cazadora. De ahí deriva el nombre de Dénia.

Cuenta una vieja leyenda que el viento del norte —el mistral— nace en una grieta de la montaña donde dormita la diosa. Cuando despierta, agita el aire y empuja las nubes hacia el mar. No es casualidad que los marineros antiguos orientaran sus travesías mirando la cima: el Montgó les servía de faro cuando aún no existían los faros.

 

III. El idioma del viento

Pocos lugares tienen una relación tan íntima con el aire. En la Marina Alta, cada corriente tiene nombre propio:

  • El llebeig (suroeste) anuncia calor y calma.

  • El gregal (noreste) llega con frescor y olor a lluvia.

  • El ponent reseca los campos, y el tramuntana limpia el cielo.

“Cuando sopla del Montgó, hasta los gatos se esconden”, dice entre risas María, vecina de Gata. El viento, imprevisible, ha moldeado incluso la arquitectura rural: muros de piedra seca, casas orientadas al este, árboles inclinados que parecen inclinarse ante el monte.

 




IV. El corazón de piedra

Subir al Montgó es caminar por un libro abierto de geología. Desde los bancales de piedra seca hasta los fósiles marinos que reposan cerca de la cumbre, cada paso revela un fragmento de tiempo. Las encinas, los pinos carrascos y el romero silvestre cubren las laderas; entre ellos crecen joyas botánicas como la Carduncellus dianius, una flor endémica que sólo existe aquí.

El silencio arriba es total. A 753 m sobre el mar, el paisaje se extiende como un mosaico: los valles del interior, el azul del Mediterráneo, y —en los días despejados— la silueta lejana de Ibiza.

 

V. Ecos bajo la roca

En las entrañas del Montgó se ocultan cuevas con historia: la del Camell, la del Migdia y la del Aigua, donde se han hallado pinturas rupestres y restos de cerámica de hace miles de años. Los espeleólogos dicen que al entrar se siente “el pulso de la tierra”.

Los mayores del lugar, más poéticos, aseguran que dentro aún resuenan voces antiguas: el rumor de quienes vivieron, rezaron o se refugiaron en sus sombras. Tal vez por eso muchos excursionistas bajan en silencio, como si temieran despertar algo.

 

VI. Un parque que respira historia

Desde 1987, el Parque Natural del Montgó protege más de 2.100 hectáreas entre Dénia y Xàbia. Es un espacio donde convergen la biodiversidad y la memoria humana. Senderistas, botánicos, arqueólogos y fotógrafos coinciden en su magnetismo.

“Cada vez que subo, descubro algo nuevo —una luz, un olor, un sonido distinto—”, dice Teresa García, guía del parque. “El Montgó te enseña a mirar despacio”.

 

 



Datos del Parque Natural del Montgó

  • Superficie: 2.117 ha

  • Altitud máxima: 753 m

  • Declarado Parque Natural: 1987

  • Municipios: Dénia, Xàbia, Gata de Gorgos

  • Especies endémicas: Carduncellus dianius, Teucrium libanitis

  • Cuevas destacadas: del Aigua, del Migdia, del Camell

  • Rutas señalizadas: PR-CV 152, Cova de l’Aigua, Creu del Montgó

 

VII. El monte que nos mira

Hay montañas que se conquistan y otras que se contemplan. El Montgó pertenece a las segundas. Es un espejo del tiempo y del alma de la comarca. Cuando cae la tarde y el sol tiñe de rojo sus paredes calizas, el viento vuelve a soplar desde su cima.

Y uno entiende, aunque sea por un instante, por qué los antiguos lo consideraban sagrado: porque, en silencio, el Montgó sigue respirando por todos los que viven a su abrigo.