En pleno corazón de la Vall de Laguar se esconde uno de los paisajes más impresionantes de la Comunidad Valenciana: el Barranc de l’Infern. Este desfiladero, profundo y serpenteante, ha dado nombre a una de las rutas más famosas de Alicante, conocida como la Catedral del Senderismo. No es un apodo gratuito: el recorrido exige esfuerzo, respeto y cierta devoción por la montaña.
Un camino heredado del pasado
Lo que hoy recorren miles de senderistas cada año no nació como ruta deportiva, sino como infraestructura de supervivencia. Los moriscos que habitaron estas montañas levantaron miles de escalones de piedra seca para poder acceder a bancales de cultivo, fuentes y pequeñas aldeas colgadas en la roca. Gracias a ese trabajo minucioso, hoy podemos caminar sobre el mismo entramado que sirvió para transportar agua, alimentos y animales hace siglos.
Los famosos “6.000 escalones”
Aunque nadie se pone de acuerdo en la cifra exacta —unos hablan de 6.000, otros de casi 7.000—, lo cierto es que la sensación de ascender y descender interminablemente forma parte de la magia (y la dureza) del itinerario. Cada tramo revela un nuevo paisaje: desde terrazas abandonadas de olivos y almendros hasta paredes de roca que se elevan como catedrales naturales.
Más que piedra y sudor
El barranco no solo es un reto físico. En sus paredes y abrigos se han encontrado pinturas rupestres prehistóricas, prueba de que este cañón ha sido refugio humano desde tiempos remotos. Además, la propia técnica de construcción en piedra seca que sostiene bancales y senderos está reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial.
Curiosidades que lo hacen único
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El Forat de la Juvea: un túnel natural en la roca que actúa como puerta secreta entre dos tramos del camino, ideal para una foto inolvidable.
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Tres pueblos, un valle: la ruta enlaza los núcleos de Fleix, Benimaurell y Campell, las tres aldeas que conforman la Vall de Laguar.
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Infierno en verano: el nombre no es casual. El calor acumulado en las paredes convierte el recorrido en un horno natural en los meses estivales, por lo que es recomendable hacerlo en otoño, invierno o primavera.
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Sorpresas subterráneas: en el entorno se esconden simas y cuevas muy apreciadas por espeleólogos, como complemento perfecto para quienes buscan aventura extra.
Una experiencia que transforma
La ruta circular, de unos 14 kilómetros, se completa en unas 5 o 6 horas. No requiere técnica complicada, pero sí buena forma física y calzado adecuado. Al final, lo que engancha del Barranc de l’Infern no es solo el esfuerzo, ni las vistas, ni la sensación de desafío superado. Lo que lo hace inolvidable es caminar por un paisaje que cuenta historias: las de quienes lo habitaron, las de quienes lo trabajaron piedra a piedra, y las de quienes hoy lo recorren buscando algo más que un simple paseo.
El Barranc de l’Infern es eso: un viaje al pasado, un reto presente y una promesa de belleza futura.