Benissa custodia un puñado de calas muy distintas entre sí. No son playas kilométricas: aquí mandan la roca, los cantos y las lenguas de posidonia. Ese carácter “de bolsillo” es, precisamente, su encanto. A continuación, un recorrido —con mirada local— por sus rincones más reconocibles y cómo disfrutarlos sin exprimirlos.
La Fustera: la puerta de entrada
Cala de la Fustera es la más popular. Tiene servicios, arena dorada mezclada con grava fina y un ambiente familiar que la convierte en punto de inicio ideal. Desde aquí arranca el Paseo Ecológico, el sendero litoral que enlaza varias calas por pasarelas de madera y miradores. Si buscas primera toma de contacto, este es tu sitio: accesible, bien señalizado y con opciones de comida cerca.
Para quién: familias, primeras visitas, quien quiera combinar baño y paseo.
Consejo: llega temprano; el aparcamiento se llena y la luz de la mañana es perfecta para el agua clara.
Pinets: un saliente para jugar con el agua
A pocos minutos a pie hacia el norte, Cala Pinets ofrece plataformas rocosas bajas y pequeñas entradas al mar. Es un lugar muy fotogénico, con aguas someras donde practicar snorkel sencillo y ver bancos de pececillos entre rocas. Con mar en calma, es una piscina natural; con mar de fondo, conviene respetar distancias.
Para quién: snorkel tranquilo, familias con niños ya habituados a rocas.
Consejo: usa escarpines; el acceso al agua es cómodo pero la roca resbala.
Llobella: la cala para desconectar
Cala Llobella es la más salvaje del conjunto. Canto rodado, sombra de pinos y el perfil del Peñón de Ifach al fondo. Sin música alta, sin prisas, sin prisa por “hacer cosas”: aquí se viene a bajar pulsaciones. El agua cae a plomo y la vida marina se agradece a pocos metros de la orilla.
Para quién: quien busca calma y snorkel con algo más de profundidad.
Consejo: trae lo necesario (agua, fruta, sombrilla). No hay servicios cercanos.
Advocat: muelle, baño y atardeceres
En Cala Advocat una pequeña escollera hace de muelle y rompeolas. Eso le da un aire marinero y facilita la entrada al agua. Al atardecer, cuando el sol baja hacia Moraira, el color lo inunda todo y el mar suele aplacarse.
Para quién: chapuzones tranquilos, fotos al atardecer, parejas.
Consejo: si hay mar de leva, evita acercarte a la punta del espigón.
Baladrar: música de olas y roca tallada
Cala Baladrar combina canto rodado, plataformas de tosca y la sombra de pinos que casi tocan el agua. Es una cala con carácter: suena el mar, la brisa baja entre los árboles y los contrastes de color la hacen muy “de foto”. Con buena visibilidad, el snorkel rinde: erizos (¡no tocar!), salpas y fondos de posidonia.
Para quién: amantes de la roca, fotógrafos y snorkelistas con algo de experiencia.
Consejo: revisa la marea y el viento; si el mar está movido, mejor pasear por el sendero y dejar el baño para otro momento.
El hilo conductor: el Paseo Ecológico
El sendero litoral es la mejor manera de entender Benissa: pasarelas, paneles y miradores cosen las calas y te permiten elegir sobre la marcha dónde parar. No hace falta hacerlo de una sola vez; prueba tramos cortos, baja a una cala, vuelve al camino y continúa. La idea es moverse sin coche y reducir presión de aparcamiento en las calas pequeñas.
Imprescindibles en la mochila: agua, gorra, crema solar, escarpines y bolsa para tus residuos. Unas gafas y tubo multiplican la experiencia.
Naturaleza primero: posidonia y prudencia
La posidonia no es “suciedad”: es un bosque submarino que oxigena y protege la costa. Si ves hojas en la orilla, déjalas donde están; ayudan a fijar arena y amortiguar el oleaje. Bajo el agua, evita pisarla y no arranques nada. Y, por favor, sin jabones ni brillos en el mar: todo se queda en la bahía.
Seguridad básica: suelo de roca = calzado cerrado. Con oleaje, mantén distancia de las paredes y evita saltos. Si el agua está turbia o hay corriente, pospone el snorkel.
Cuándo ir y cómo organizarte
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Primera hora: menos gente, mejor visibilidad, temperatura amable.
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Tarde: atmósfera dorada y aguas más templadas, pero más afluencia.
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Coche: los estacionamientos son limitados; comparte vehículo o combina tramos a pie por el paseo.
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Respeto sonoro: altavoces y calas pequeñas no casan bien; el sonido viaja en los cantiles.
Dónde comer y qué más hacer
En el entorno de la Fustera y Baladrar hay opciones para picar algo. Si te apetece completar el día, una vuelta por el casco histórico de Benissa (piedra, patios y calma) aporta el contraste perfecto: mar por la mañana, pueblo por la tarde.
Las calas de Benissa no compiten por tamaño, compiten por carácter. Si las recorres sin prisa —a pie, con silencio y con respeto—, verás que en unos pocos kilómetros cabe mucho Mediterráneo: roca, posidonia, luz y una forma pausada de estar en la costa.